EL CAMI DE CAN MALLOL «BIEN POR EL AYUNTAMIENTO»


El camí de Can Mallol: ¡Bien por el Ayuntamiento!

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GUSTAVO CATALÁN. GUSCATALAN@MOVISTAR.ES El camino, sito en Establiments, frente al de Font des Vidre y de tradicional uso público, fue cerrado a cal y canto tras la compra del predio por parte de una sociedad, "La Mancha Property Invest S.L.", dedicada, vistos los anuncios que ha colocado en las inmediaciones, a la cría de ganado bovino.

Desde esta misma columna denuncié hace meses una situación –el pan nuestro de cada día en Mallorca, por otra parte– que impedía ejercer el derecho de paso a los habitantes de la zona, cuyo desacuerdo ante semejante arbitrariedad propició la recogida de firmas por parte de la Associació de veïns. Pese a todo, barrera metálica y muro de piedra seguían en su lugar; la resolución parecía retrasarse sine die y, los más concienciados de entre los ciudadanos conocedores del problema, se habían armado de paciencia (a la fuerza ahorcan) hasta que, el pasado miércoles, se me comunicó que el camino sería reabierto por mandato municipal el día 24 a las 9 horas. Y allí que me fui, un tanto incrédulo, a qué negarlo, por si pudiera empezar la mañana con un chute de alegría.

Y así fue, con el añadido de que, tras escuchar los argumentos que se cruzaban, se disipó cualquier duda que pudiera albergar sobre el acierto de la decisión. A las 8:50 era el único presente junto a las barreras y, cinco minutos después, abogado y notario, en defensa del propietario, abrían la verja y aparcaban sus vehículos al otro lado. Barrera de por medio, cruce de miradas, un silencio que podía cortarse con un cuchillo y la primera pregunta por su parte: "¿Es usted policía?". No –repuse–. Vecino del lugar. Y columnista de DM. A las 9 horas, ni un minuto después, dos coches de la policía municipal, luego un tercero, otros del ayuntamiento y un camión-grúa. Alguien que parecía ostentar el mando de la operación, junto a un policía, escuchaban atentos los alegatos del letrado, mientras que los circunstantes asistíamos curiosos a un discurso que, de explicativo y contemporizador, fue subiendo de tono hasta desembocar en conminaciones y amenazas de cariz legal.

Por categorizar las razones que esgrimía el susodicho abogado, podrían dividirse en la existencia de un camino alternativo, deterioro del camino público por parte de los vecinos y posibles riesgos que pudiera entrañar su uso. La propiedad había abierto un sendero que podía ser utilizado en lugar del ahora vallado (¿quiere decirse que pueden cerrarse los caminos públicos si el interesado ofrece una alternativa sin encomendarse a nadie?). Que, por otra parte, en los últimos tiempos era transitado por moteros y otros vehículos (¿una razón legal para privatizar el uso?) y, además, la verja evitaba que a una vaca excitada, pongamos por caso, le diese por agredir a un viandante, cuidado éste que de haber dedicado la finca a la crianza de felinos, por un decir, o de boas constrictor, justificaba sobradamente no sólo una verja sino varias más. Fue el momento en que intenté terciar aduciendo que, en calidad de mero oyente, su argumentación me parecía de suma endeblez, pero no estaba el horno para bollos y regresé a mi expectante silencio.

Llegado el momento de actuar, el jurista exigió conocer nombres y DNI de cualquiera que osara poner una mano sobre la valla, extremo éste que le fue negado aunque se le comunicó que sus objeciones constarían en el acta que se levantaba a tal efecto. Acto seguido anunció una inmediata demanda judicial, a lo cual se le repuso que estaba en su derecho y terminados los prolegómenos, ante nuestra expectación y su explícito cabreo, los operarios de la grúa procedieron a la retirada de las dos verjas (con exquisito cuidado para evitar su deterioro), que quedaron depositadas en el suelo y a escasos metros del lugar.

Frente a un hecho consumado y repetidamente denunciado (el cierre del camino público), el expeditivo método con el que se devuelve a su condición original por mandato municipal, se me antoja de todo punto aleccionador y una inyección de moral a la ciudadanía sensible a los desmanes de propietarios desaprensivos. Intenté un nuevo diálogo con el letrado, pero la inmediatez de los hechos contaminaba de emociones la deseable lucidez por ambas partes, de modo que sirva esta columna para subrayar lo que en mi opinión, a buen seguro no compartida por él, constituye una acción ejemplar y ejemplarizante por parte de nuestro Ayuntamiento.

Tal vez el contencioso no termine aquí y existan ulteriores pronunciamientos judiciales auspiciados por la propiedad y sus representantes aunque, por lo oído el día de autos, sospecho que abundarán en la justeza de lo sucedido. El caso es que yo me fui del Camí de can Mallol con el ánimo crecido, lo cual, en los tiempos que corren, no suele ser lo habitual. Siquiera por esta vez, ¡bien por el Ayuntamiento!

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