PASTORES DEL SIGLO XXI
Hubo un tiempo, que duró siglos, en que los pastores aprendían el oficio de sus padres obligados por la necesidad. No había más. Hoy en pleno siglo XXI eso ha cambiado. En Euskadi hay una nueva generación de jóvenes que se convierten en profesionales del pastoreo por vocación y aprenden en un pupitre.
"Les enseñamos a tener autoestima. Durante mucho tiempo el pastor ha estado estigmatizado; se pensaba que quien no valía para otra cosa se dedicaba a las ovejas". A sus 69 años, el fraile franciscano Nicolás Segurola habla con pasión de los jóvenes que pasan por la Escuela de Pastores que él coordina en Arantzatzu, Guipúzcoa. "Hay muy buenos, muy buenos", dice, con la fe puesta en que garanticen el futuro del pastoreo.
El centro nació hace una década en el caserío Gomiztegi, donde los frailes del Santuario de Arantzatzu tenían un rebaño de ovejas y producían quesos. Aquel fue el primer paso y luego vinieron otros. Hasta hoy. El curso, impartido por profesionales de la sociedad pública Mendikoi, del Gobierno vasco, ofrece en cinco meses una formación que va desde el manejo del rebaño y la patología ovina hasta las técnicas para la elaboración de quesos, así como nociones de marketing.
Incomprendido
Durante la última década, han pasado por el centro 150 jóvenes y en este último curso se licencian otros 11. Uno de ellos será Egoitz Jauregi, de 18 años. Confiesa que sus amigos no acaban de entenderle. "Pero, a mí me gusta. En mi casa, siempre ha habido ganado. Y ahora me gustaría tener mi propio rebaño", dice mientras cuida de las ovejas en el lugar donde hace las prácticas.
El propietario de la granja es un ex alumno de la Escuela de Arantzatzu, Jon Etxebarria, de 27 años: "Nos levantamos a las seis de la mañana y no paramos hasta las once de la noche. Estos meses son los más duros, porque es también cuando hacemos los quesos". Habla tranquilo, sin la menor duda de que haberse hecho pastor es la "mejor decisión" de su vida. "Aquí vivo tranquilo, a mi aire, con las ovejas", explica, con la vista clavada en un horizonte definido por el cielo azul, las verdes montañas y los caseríos desperdigados por las colinas.
Etxebarria personifica la transformación de este sector, que parecía condenado a la desaparición. "Los nuevos pastores son en muchos casos nietos de los viejos pastores, mientras que sus padres optaron en su día por buscar otros trabajos cuando, por ejemplo, aparecieron las industrias", afirma el coordinador de la escuela, Nicolás Segurola.
Él mismo vivió una situación parecida en su niñez: "Mi padre también tenía ovejas, y cuando a los 12 años vine por primera vez a Arantzatzu a estudiar y me despedí de mis padres, no lloré, pero al dejar las ovejas se me cayeron las lágrimas", relata. "Soy de vocación fraile, de oficio pastor y por afición bertsolari (canta versos improvisados en euskera)", cuenta con un humor brutal.
Según este fraile, el sector del pastoreo en Euskadi se enfrenta a otros retos, como su adaptación a las nuevas tecnologías sin perder la riqueza de su producción tradicional de quesos con la leche de las ovejas de la tierra, la latza y la karrantzana: "Ahora se plantea informatizar las explotaciones, de forma que un ordenador controlaría totalmente las ovejas. Pero, las ovejas latza y karrantzana tienen que andar sueltas por el monte, no pueden estar metidas todo el rato en la granja y controladas por un ordenador. Para eso, habría que traer otras razas de ovejas de fuera, y ya no sería la misma leche, ni podría hacerse el mismo queso Idiazabal".
Éstas y otras cosas forman parte de la formación de Egoitz Jauregi y Jon Etxebarria, pero también de sus enseñanzas. Porque hasta allí, hasta su caserío, suben los autobuses con jubilados, adolescentes y niños procedentes de la urbe para sumergirse por un momento en el mundo rural y escuchar de cerca los balidos de las ovejas. "Hay niños que se piensan que las ovejas te dan el queso ya hecho", desvela con humor Jon Etxebarria, un pastor profesional del siglo XXI encantado de aprender y de enseñar.