El ganado trashumante recibió distintos nombres, según las regiones de procedencia «cañariegos», «caminates«, «pasantes«, o «pasajeros».
La palabra «merina«, aplicada a las ovejas o a la lana, fina y rizada, no aparece en Castilla hasta mediados del siglo XV. El nombre no parece generalizarse hasta el siglo XVII. La opinión más aceptable es que proviene del movimiento berebere de España, los Beni-Merines, surgido durante el período Almohade. Contribuye a ello el hecho de que la mayoría de la terminología pastoril de España es árabe, por ello se supone que muchas especialidades de la industria ganadera fueron introducidas en la península ibérica por los árabes, al menos en su inicio.
Más tarde posiblemente los genoveses habían jugado un papel fundamental en la llegada de las merinas a la Península Ibérica. Si bien aún constituye una incógnita a través de que vías se introdujo esta raza de ovejas en tierras peninsulares. Lo que si que está probado es que la creación de la Mesta fue anterior e independiente de la presencia de la merina en Castilla.
Las «ovejas churras» son la antigua especie indígena íbera, que daba la lana rojiza turdetana, conocida y muy apreciada por los romanos. El churro era de vasto y escaso vellón, sobrevivió en los rebaños estabulados y fue objeto de desdén por los trashumantes.
El contingente trashumante siempre fue una parte modesta de la cabaña lanar castellana, así tenemos que en el siglo XVIII se contaba con unos 19 millones de cabezas lanares, de las que tan solo eran trashumantes poco mas de 3 millones. El objetivo principal no era la explotación de la carne o la leche, sino la lana, que era la fibra textil mas empleada.
El esquileo se realizaba entre abril o mayo, justo antes de comenzar la trashumancia. El tránsito por las Cañadas podía prolongarse desde principios de mayo hasta finales de junio, según la distancia entre los invernaderos y agostaderos, a razón de unos 20 kilómetros diarios. El regreso hacia el sur coincidía con las primeras heladas en las cumbres, a mediados de octubre.
Como dato significativo del movimiento del ganado por las cañadas hay que destacar que el rebaño tenía derecho a un quintal de sal y sólo debía respetar las cinco cosas vedadas: dehesas, trigales, viñedos, huertos y prados de siega. Ahora bien fuera de las propiedades privadas, si alguien usurpaba una vía pecuaria y la sembraba o la incorporaba a sus predios, se veía expuesto a arrasamiento de la propiedad comunal por parte del ganado, que era conducido por los pastores al ocupar la anchura determinada por la Mesta.
La reglamentación propia de la trashumancia estipulaba que cualquier litigio sobre arriendos, propiedades, reses extraviadas o abusos se tenía que plantear ante las Asambleas, Juntas o Concejos de la Mesta, que se convocaban dos veces al año, en enero o febrero en las áreas de invernada y en septiembre u octubre en los pastos de verano. Se consideraban válidas si estaban presentes al menos 40 ganaderos. La asistencia normal alcanzaba las 200-300 personas. Tenían derecho a voto hombres y mujeres que tuvieran al menos 50 ovejas trashumantes. Los nombramientos se hacían por sorteo.
La cabaña constituía el ganado (sin distinción de clase: vacuno, ovino, caprino, porcino, caballar) y los arreos necesarios para su traslado a través de las vías pecuarias. Una cabaña estaba compuesta por unas diez a doce mil cabezas, al cargo del mayoral. Cada millar de ovejas con 25 mansos y 50 carneros, era controlado por un rabadán ayudado por dos pastores y dos mancebos. Todo el ganado era controlado por cinco perros mastines que llevaban a su cuello collares de cuero (carlancas) atravesados por pinchos hacia el exterior con los que se defendían del ataque de los lobos, frecuentes visitantes de la cabaña para conseguir sustento.
De las varias razas de oveja que existen en España (manchega, merina, churra y lacha principalmente) las que mejor se adaptan a la provincia de Soria son la churra y la lacha, que se destinan a la producción de carne y lana. La lacha, que también se conoce como ojinegra, además de lana y carne también se puede ordeñar y conseguir de ella leche, pues tiene las tetas más bien grandes. p> La oveja recibe varios nombres de acuerdo con su edad:
- Cordera desde que nace hasta los seis meses.
- Borrega, de los seis meses hasta el año.
- Primala de uno a dos años.
- Borra de dos a tres años.
- Andosca de tres a cuatro años.
- Reandosca de cuatro a cinco años.
- Igualada de cinco a seis años.
- Vieja a partir de los seis años.
A partir de ser primala, la oveja cambia dos dientes cada año hasta el quinto. Los entendidos saben la edad que tiene una oveja por el estado en el que se encuentra su dentadura. Las ovejas tienen necesidad de tomar sal durante todo el año. Hasta hace algunos años se les daba cada 15 días en los denominados salegares. Los salegares eran unas piedras planas por su parte superior, que medían aproximadamente 50 x 50 cm. y en las que se depositaba la sal, que debía ser de la llamada granzuda, es decir, sal gorda. Actualmente se colocan en las canales o pesebreras unas piezas grandes de sal de las que van chupando las ovejas.
Cuando se consideraba que las corderas ya eran grandes, se procedía a destetarlas. La forma en que se destetaban hasta hace algunos años es la siguiente: en el mes de agosto, cuando los rebaños entraban en los rastrojos una vez se había cosechado, se untaban las tetas de las ovejas con trementina que es un derivado de la resina, con una tablilla plana y se extendía una capa fina de la citada trementina, procediendo a continuación a forrar la teta de la oveja con una maneja de lana extendida. Al ir a mamar la cordera, se encontraba con la lana y la rechazaba, con lo que, pasados dos o tres días de insistir sin conseguirlo, dejaba de mamar.
Existen dos sistemas para saber a quién pertenecen las ovejas: el uno consiste en hacerles muescas y agujeros en las orejas; y el otro marcarlas con pez (muy parecido al alquitrán) caliente cuando están recién esquiladas. Para esta segunda forma de marcaje existen unos hierros que llevan una letra en uno de los extremos y un mango de madera en el otro. Se calienta la pez y se aplica con el marcador en la parte alta de uno de los costados de la oveja.
Las ovejas pastan dentro del término municipal en el que residen sus amos. El límite del término se marca con unos montones de tierra y piedras que se pintan de blanco con cal y reciben el nombre de mojones. La separación entre dos términos se denomina mojonera.
Cuando las corderas tienen unos pocos días de vida se las rabona. Se sujeta con la mano izquierda la parte de cola que se desea mantener y, con la mano derecha se clava la uña del dedo gordo, se dan dos o tres vueltas retorciendo la cola para quebrar el hueso, se tira y ésta se desprende con gran facilidad.
El poner a mamar un cordero de una oveja que no es su madre se llama amamantar y se hace de la forma siguiente: estando la oveja de pie, se la sujeta por el cuello y el cordero se encarga del resto de la operación. Si se pretende que la oveja críe a dicho cordero, hay que poner a ambos en un espacio reducido, pues la oveja rechaza al cordero con facilidad y, como se suele decir: las cuesta quererlos si no los han parido.
Cuando se quiere impedir que un carnero o «mureco» no cubra a las ovejas, se procede a colocarle un trapo de material fuerte a lo largo de la tripa. Este trapo va cogido con dos o cuatro cuerdas en las esquinas que se atan en lo alto del lomo del carnero. Con este sistema se consigue establecer una barrera y, al tapar la verga del «mureco» se evita que las ovejas queden preñadas.
Cuando es una sola oveja la que se quiere impedir que quede preñada, se coloca el trapo a ésta. Se hace un agujero en el trapo y se introduce el rabo de la oveja, cosiéndolo a la lana todo alrededor.
Apartar el rebaño significa hacer dos o más partes del mismo. Se realiza esta operación por varios motivos: uno que las ovejas que componen un rebaño son propiedad de varios amos; otro consiste en separar las ovejas que crían de las que ese año no lo harán; la tercera causa por la que se procede a apartar es el esquileo y, por último, para hacer recuento de las cabezas de ganado una vez al año.
Por el contrario, arrebañar significa juntar de nuevo las ovejas con sus crías pequeñas y con los denominados vacíos. Los vacíos son aquellas ovejas que no criaban y que solían pastar todo el año dirigidas por el pastor. Las ovejas que criaban estaban a cargo de uno o varios borregueros durante el invierno, quienes las entregaban a sus respectivos pastores a finales del mes de abril. El borreguero era, por tanto, la persona que cuidaba -exclusivamente durante los meses que van de diciembre a abril- de las ovejas que parían. Mientras que el pastor pasaba esos meses de invierno apacentando únicamente las borregas, es decir, las ovejas que no habían parido ese año, y también llevaba las llamadas machorras, que son aquellas ovejas que no se quedan preñadas por ser estériles. Todo este sistema de juntar y separar el rebaño hace tiempo que ha desaparecido.
Una vez cosechado y recogido el cereal se permite la entrada de los rebaños a pastar en estos campos, recibiendo este hecho el nombre de «entrar en la rastrojera». También «entran a la hoja de viña» una vez se ha vendimiado. Es al atardecer cuando mejor se comen las ovejas la hoja de las cepas.
Se denomina amorrarse las ovejas cuando éstas se reúnen en grupos en forma de rueda, escondiendo la cabeza unas bajo las otras debido al fuerte sol. En los meses de julio, agosto y parte de septiembre, en las horas de 11 de la mañana a 6 de la tarde, se cierran las ovejas en los corrales o majadas para evitar el calor. En tiempos pasados, no se cerraba el rebaño por la noche durante los medes mencionados, quedando el pastos al cuidado de sus ovejas.