Desde hace algún tiempo, podemos leer o escuchar noticias procedentes de distintos lugares de la geografía rural de nuestro estado acerca de grupos que, como Los Pies en la Tierra en la Sierra de Huelva, denuncian la usurpación ilegal de caminos y vías pecuarias. En ellas, estos colectivos defienden que estas vías de comunicación son dominio público, tan público como son las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades, la franja costera o los cauces hidráulicos.
En una visión rápida de los hechos que vienen ocurriendo, éstos parece que pueden explicarse por un supuesto conflicto entre personas de origen urbano que, cada vez en mayor número, practican deportes al aire libre como senderismo, ciclismo, etc. y los propietarios locales de las fincas que son aledañas a estas zonas de dominio público o son atravesadas por ellas.
Ciertamente, cuando paseamos por nuestras calles observamos un mínimo de comportamiento cívico y de respeto al entorno que nos rodea. De la misma manera, cuando practicamos estas actividades al aire libre no abandonaremos basura, cuidaremos la naturaleza, dejaremos cancelas cerradas con ganado suelto, respetaremos las propiedades aledañas (que pueden ser el medio de vida de la población local), etc. Pero solo desde un punto de vista muy superficial se puede argumentar que la falta de estos comportamientos pueda provocar una respuesta de los propietarios de fincas cerrando ilegalmente caminos y senderos.
En un análisis más profundo, se observan algunos hechos que pueden dar luz y, por tanto, posibles explicaciones a las cada vez más comunes usurpaciones ilegales de caminos públicos y vías pecuarias, sobre todo cuando atraviesan grandes fincas.
La eterna crisis económica del medio rural, aumentada con la pasada crisis provocada por la voracidad de las entidades bancarias y el negocio del ladrillo, hacen cada vez más difícil la supervivencia económica en este medio.
Además, esta misma reciente e inacabada crisis ha redistribuido el capital de manera más desigual, si cabe; ha aumentado la concentración del mismo en unas pocas manos.
Así pues, podemos observar:
-Propietarios rurales de fincas con explotaciones agroforestales que, siendo patrimonio, tienen una “rentabilidad económica” directa baja y, por tanto, con necesidad de liquidez
-Grandes fortunas urbanas acrecentadas con la crisis y dotadas de una amasada gran liquidez
Esta es una situación perfecta para el cambio de la titularidad de la tierra: se produce el trasvase de propietarios rurales tradicionales a urbanos enriquecidos.
Pero, ¿qué ocurre con el uso o explotación de la tierra en este trasvase?
Ya desde tiempo inmemoriales la realeza, nobleza y burguesía de este país han considerado la necesidad de tener grandes fincas para su disfrute personal, recreo y caza.
Pues bien, no ha cambiado nada. Las grandes fortunas actuales siguen la misma línea, ya como herramienta para aumentar aún más su riqueza mediante cacerías sociales, ya como puro fin lúdico.
En definitiva, se ha producido una especie de nueva desamortización en nuestro medio rural, donde la propiedad de la tierra pasa a manos de aumentadas fortunas urbanas que, además, contemplan sus recientes adquiridas propiedades como un simple escenario de caza y recreo e incluso una forma de lavar dinero negro.
Estos nuevos propietarios consideran sus propiedades una extensión de sus chalets en las afueras de las grandes urbes; no son, en ningún caso, un modo de vida ni necesitan su explotación económica. Pierden sentido el papel de explotación agrícola, ganadera o forestal.
En este nuevo papel de gran chalet, se abandona la explotación de la tierra que produce riqueza y puestos de trabajo, se valla el perímetro como gran chalet que es, se introducen especies “cinegéticas”, solo se mantienen puestos de guardas y, por supuesto, se cierran todos los caminos públicos, vías pecuarias e incluso cauces que lo atraviesen.
Esta es la situación que Pies en la Tierra ha encontrado en nuestra Sierra, muchas veces informados gracias a las denuncias realizadas desde los propios pueblos y aldeas que la sufren, desesperados ante la inactividad de las autoridades
Los nuevos grandes propietarios de la Sierra no generan riqueza, no generan empleo, usurpan el dominio público y devoran el territorio con su gran capacidad económica impidiendo la ya difícil subsistencia económica serrana.
Los caminos públicos y vías pecuarias han sido siempre las vías de comunicación que usaron nuestros ancestros para comunicar pueblos, aldeas, cercados, fuentes, huertas, etc.; siguen siendo necesarios en una explotación sostenible del medio, ofrecen una alternativa como fuente de riqueza derivada del turismo y son “molestos” para los propietarios urbanos de nuevo cuño: ahí sí está el verdadero conflicto.
En conclusión, se trata de un conflicto entre nuevos y ricos propietarios de origen urbano con ningún interés en el desarrollo del medio rural frente al resto: habitantes del medio y senderistas que pueden suponer un aporte complementario a la economía local.
Rafael Navacués Fernández-Victorio
(Miembro de la Asociación Los Pies en La Tierra)