Saturnino, 22 años cuidando el monte
Saturnino tiene 82 años y desde hace más de 20 años entresaca y poda los árboles de las Vías Pecuarias de la jurisdicción de Galapagar como a él le gusta denominar. Su especialidad son las encinas que con esmero y paciencia va mimando. Al recorrer estas Vías Pecuarias se comprueba que muchos chaparros han pasado por sus manos y han crecido con sus cuidados.
Pero esta historia de cariño a la naturaleza empezó hace ya muchos años, Saturnino nació en Galapagar, primero su padre y después su hermano mayor fueron los Guardas de las grandes fincas que hay en esa zona, la finca de los “Mahou” o la del Ministro de Industria y Comercio, eran los años 50 del siglo pasado. De esta forma Saturnino nunca fue a la escuela, quedó huérfano de padre y madre con 7 años y la educación se la proporcionaba su hermano mayor a ratos cuando las labores en la finca lo permitían, “así aprendí las 4 reglas”. Posteriormente empezó a trabajar en el Banco Exterior de Crédito que compaginó durante los primeros años con una labor de cazador profesional de conejos y lo que cayera en sus cepos, “en aquella época te pagaban las muertes y las pieles muy bien, hasta 40 pesetas por una piel de zorro”. Hoy nos enseña algunas de esas artes abandonadas hace más de 50 años y el talego donde guardaba los capillos y al bicho de caza (hurón). Ahora, sin embargo, nos alerta de posturas, lazos y viejos cepos que encuentra mientras recorre y limpia “sus” Cañadas.
Son finales de los 90 y un día le conocimos y nos conoció, “me pillaron con la sierra de arco y cortando unas ramas”. Una compañera Agente Forestal se lo encuentra en una Vía Pecuaria de Galapagar realizando con maestría unas podas a un grupo de jóvenes encinas. “En esa época tenía menos papeles que una liebre y fueron vuestros compañeros los que me orientaron para pedir la solicitud de aprovechamiento”. Hace 5 años el Ayuntamiento de Galapagar le hizo un homenaje y Vías Pecuarias le dio un permiso de aprovechamiento vitalicio para las Cañadas del Término. En otoño e invierno nos encontramos con él cada pocas semanas porque quema los restos vegetales que genera con la poda y los Agentes Forestales le damos las autorizaciones de quema. Es una alegría cuando un año más recorremos las Cañadas y vemos los montones cuidadosamente apilados al pie de las encinas podadas. “Los montones de este cordel los va a recoger el ayuntamiento para astillarlos cada año estoy más mayor y prefiero no quemar en esta zona”. Cuando escribimos estas notas le damos un permiso de quema para la primera semana de febrero, “vuelvo a la carga porque durante estas semanas me he dado de baja ya que tenía dolor en la espalda” y a nosotros se nos dibuja una sonrisa en los labios, volvemos a contar con Satur.