FORASTEROS EN SU PROPIA TIERRA. LOS CAMINOS EN CHILE

FORASTEROS EN SU PROPIA TIERRA


de la pagina www.senderodechile.cl

 

En la Federación de Andinismo de Chile, dirigentes y deportistas vemos cada día más difícil acceder a la montaña, debido que está casi totalmente cercada o concesionada, afortunadamente con CONAF (CORPORACION NACIONAL FORESTAL) tenemos vigente un convenio, que nos permite tener pasos por aquellas reservas nacionales que se encuentran a los pies de nuestras preciosas cordilleras andinas.

Hacemos esta pequeña introducción con motivo de un artículo en el diario La Tercera. Del Domingo 23 de Enero del 2005, escrito por el periodista, Don Fernando Villegas, del cual deseamos reproducir en parte sus comentarios, para que ustedes analicen y saquen sus propias conclusiones. 

 








¿Propiedad Publica o privada?


Pero hay otro aspecto donde el tema de la chilenidad amerita un exámen, pues comienza a hacerse dudoso: el del territorio y u acceso y uso por la ciudadanía. El territorio es la base de Estado. De hecho este en su raíz no es sino un grupo de seres humanos que, organizados políticamente, se aseguran el monopolio del uso y apropiación colectiva de un determinado espacio físico del planeta. Sin eso no hay Estado. ¿Conoce usted uno rigiendo en un territorio que no exista?

Pero obsérvese que hablamos de “apropiación colectiva”. Sin esa condición no hay un Estado y una nación sino un monarca y sus súbditos, un duque y sus siervos, un hombre de negocios y sus empleados, un hacendado y sus peones. Hablar de “país” sólo es legítimo si sus habitantes son ciudadanos que además de derechos políticos dispongan de derechos geográficos, eso es, de una considerable porción de espacio que sea suyo COLECTIVAMENTE y por lo mismo usable a voluntad por cada uno de ellos SIN que esa propiedad común se enajene. De no ser así tenemos feudatarios, inquilinos, siervos de la gleba o simples “paisanos”, pero no ciudadanos.

 

¿No es exactamente este retroceso el que estamos sufriendo? ¿Cuánto del territorio usable y accesible o inaccesible incluso – es de propiedad comunitaria por el chileno de a pie? ¿Cuántos ríos, lagos, cerros, costas, mesetas, campos, etc. Quedan aún disponibles para el libre tránsito y ocupación siquiera transitoria de los chilenos? ¿Qué pedazo de Chile no es aún de propiedad privada? ¿No ha sido necesario legislar e inútilmente por los demás para que la gente pueda, siquiera por una quincena, tener libre acceso a las playas?


Pero en los casos cada vez menos en que la propiedad sigue siendo en teoría del Estado y por consiguiente de todos los chilenos, aun entonces dicho ciudadano del común encuentra severas dificultades para poner en práctica su derecho. En efecto, entre funcionarios y burócratas del Estado, pero muy en especial entre en su miserable baronía, ha cundido la idea de que “público” equivale a “fiscal” y fiscal equivale a “derecho feudatario” de uso y abuso por elos, los suches de turno.


Y sobre la base de dicha condición asumida sin derecho ninguno estos déspotas locales dictan proclamas, edictos, normas, reglamentos y concesiones a su entero gusto aunque sin duda no regalado. Pongo un ejemplo: hace unos días, mientras hacía una nota periodística en un balneario del litoral central, el autor de esta columna y sus colegas de ChileVisión fueron abordados por unos tipos uniformados de rojo una especie de patrulla de guardias montados del Canadá,pero en bicicleta que exigieron “autorización” para seguir grabando. ¿Por qué?, se les preguntó.

¿Acaso?, se les dijo, ¿no era la zona de playas la más pública y legislada como tal del entero territorio? ¿Por qué habría de necesitarse autorización para nada? “Por decreto municipal”, contestaron. En esa misma playa, metros más allá, el dueño de un restaurante bendecido con una concesión quiso disputar el derecho del alcalde a la propiedad de un bien de uso público, pero sólo para ponerlo a su propio servicio. “¿Estaban grabando?, preguntó. “Porque si es así entonces es a mí a quien deben pagar ya que tengo la concesión de aquí hasta allá…”, He ahí, desnuda, otra provechosa confusión que por doquier hiere el derecho de los chilenos.


Ser concesionario significa haberse recibido una concesión, esto es, que  se le ha concedido a alguien permiso para llevar a cabo alguna actividad, NO un derecho permanente o transitorio de propiedad y usufructo. En otras palabras, se ha recibido UN FAVOR, no un título de propiedad.

En la práctica, sin embargo, estos concesionarios actúan como dueños y se apoderan del espacio público para su beneficio. Por eso, entre otras cosas, cargan tarifas por estacionamiento. ¿A cambio de qué servicio? De ninguno. A cambio, sencillamente, del dinero entregado a la municipalidad para esos efectos. Es uno de entre los muchos casos del Estado en su versión más rasca, local, vendiendo como un traficante los derechos del público.

 

IMPOTENCIA

Hablamos del mismo Estado incapaz de resguardar los bosques que se queman cada año. Del estado incapaz de cautelar la pureza y salud de ríos y lagos, el que no impide la mortandad de fauna terrestre y marina a manos de intereses espúreos, el que observa impávido y/o meramente con declaraciones la tala de bosques protegidos, el que hace la vista gorda ante el saqueo de riquezas arqueológicas y toda clase de atropello y brutalidades contra bienes naturales o artificiales de la nación, el mismo ente que muestra impotencia ante innumerables atropellos a los derechos de ciudadanos, trabajadores, etc.

Es el Estado incapaz de hacerse su verdadero trabajo, pero que en la persona de manadas de sus autoridades y suches pone cortapisas al movimiento, al uso, al acceso y goce de la patria misma que se nos hace celebrar en las efemérides. En resumen, es el estado que está convirtiendo a los chilenos en forasteros en su propia tierra en el mismo momento cuando hace de esa tierra una mercancía.


 

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